miércoles, abril 14, 2010

Diluciones

Estás en la ducha. Agua caliente y abundante. Y como siempre que te duchas, coges el bote de champú (de aproximadamente un litro de capacidad) y para tu sorpresa, está vacío. No hay más botes en casa, así que, por salir del paso, abres el bote y lo llenas de agua, con el fin de aprovechar el champú que pueda quedar pegado a las paredes.

Pero por alguna extraña razón, decides llenar el bote entero de agua.

En un alarde de desidia sin igual, decides no comprar más champú en tu siguiente viaje al supermercado. En casa tienes un bote lleno, al fin y al cabo. Pero los días pasan, y ese bote de champú, vuelve a agotarse. Hombre, si lo piensas bien, en las paredes del bote aún debe de quedar algo de esa mezcla que a ti te ha funcionado durante semanas. Así que vuelves a llenarlo de agua, el litro entero, lo agitas, y ya tienes un nuevo bote de champú.

Tras repetir el llenado de la botella 30 veces, habrás conseguido tu propio champú homeopático, tendrás un pelo precioso y sanísimo y estarás luchando contra las malvadas industrias cosmético-sanitarias, que sólo buscan enriquecerse.

No te extrañes si los demas nos alejamos de ese pelo asqueroso y mugriento que llevas. Estamos comprados por la industria y tenemos a la ciencia por religión.