No importa que sea en papel o en una pantalla. Cuando uno se pone a escribir, se enfrenta a un gran reto. Juntar ideas, encontrar la forma de narrar, crear personajes... Ningún hombre sabe, ni sabrá, lo que es parir. Una primeriza lo sabe en el momento, nunca antes. Escribir no duele tanto. Pero del mismo modo, nadie sabe lo que es escribir hasta que lo hace. Y yo no lo hago.
Me gusta la idea de escribir. Aunque no me tomo demasiado tiempo en revisar, agradezco la fluidez que me asiste. Quizá no profundizo precisamente por esa fluidez. Las mayores virtudes de una persona son también sus mayores defectos, dicen. Pero de qué sirve la fluidez si el escrito está hueco. Y del mismo modo, de qué sirve el contenido si va envuelto en el periódico usado para envolver sardinas. El dilema del escritor, al que se enfrentaron los grandes y los pequeños, dilema derrotado por aquéllos y vencedor de éstos. Dilema al que a veces me planteo enfrentarme, pero del que huyo como huye una liebre del menor ruido. Porque no tiene sentido hacer un castillo de arena de cuatro torres y murallas cuando al lado él ha construido el Palacio de Versalles.
No es justo decir que escribo a su sombra, porque ni siquiera escribo. A veces creo que tengo cosas interesantes que contar, incluso un par de guiones o alguna idea genial. Generalmente no lo escribo, a veces por vagancia, a veces por desidia, a veces porque ni siquiera me creo que yo sea capaz de escribir algo mínimamente decente. Pero si se diese la casualidad, si este burro que teclea pudiese, por tan sólo una vez en su vida, hacer sonar la flauta, jamás sería capaz de contar algo como él lo hace.
Canalizo mi ira, mi desidia y mi rencor hacia él. Veo mis miserias y las echo en su jardín, para así poder señalarle con el dedo y tener alguien contra quien blasfemar. ¿Para qué voy a escribir nada, si de antemano sé que él siempre lo hará mejor?
Muchas veces te odio, Hernán. Pero te admiro todas.
¿Que por qué escribo esto? Porque lo ha vuelto a hacer y porque sé que lo seguirá haciendo. Ha vuelto a escribir y a sentar cátedra. Y por eso, por lo grande que es, sé que siempre seré pequeño. La única cosa en claro que puedo sacar de esto, es que cuando sea mayor, quiero ser como Hernán.
Hasta entonces, gracias, maestro.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario