lunes, junio 12, 2006

Lujo, calma y voluptuosidad

Esta entrada va dedicada a aquellos a los que les guste fumar. También a aquellos a los que les guste Extremoduro. Y por supuesto, a quienes les gusten ambas cosas.

Acabo de disfrutar de un momento de paz. De lujo, calma y voluptuosidad.

Hace mucho calor, incluso con la ventana abierta y la persiana medio subida (o medio bajada) hasta la mitad. Estoy solo en el cuarto, mi hermano volverá del hospital mañana. Estoy tumbado en calzoncillos. Después de terminar de leer blogs, casualmente en el reproductor de música ha comenzado a sonar Pedrá. Y entonces, lo he visto claro.

He salido del cuarto, he cogido el tabaco (además el sábado compré Marlboro), mechero y un cenicero. Me he quitado los calzoncillos. Tumbado en la cama, con las piernas flexionadas, esa concavidad que forma el ángulo muslo-abdomen produce una sensación de protección en los genitales que no la quiero en este momento. Quiero estar desnudo y sentir que lo estoy, con esta postura me siento vestido. Estiro las piernas. Coloco el cenicero en mi pecho, enciendo el cigarro y pongo la canción desde el comienzo.

El humo elabora filigranas deliciosas a la luz del monitor. La razón por la que las turbulencias son tan maravillosas debe de ser su infinita complejidad. Las mejores formas se producen en cada calada: mientras el humo entra en mis pulmones, nada sale por la brasa de la punta, y el el momento en que paro de aspirar, se libera una columna gris más densa de lo normal y que se dispersa a una velocidad muy inferior a la normal. Le gusta que la mire, no se quiero marchar.

Después de deleitarme con sus formas, cierro los ojos y fumo a ciegas mientras Robe canta. Vuelvo a abrir los ojos y me siento tranquilo, en paz, yo.

Termino el cigarro saboreándo las últimas caladas todo lo posible. Me despido de él y lo apago.

Sólo han sido los cinco primeros minutos de los veintinueve y medio que dura la canción, pero estos momentos valen su placer en oro. Después, recoger el tabaco y el cenicero me cepillo los dientes y decido contároslo. Y ahora a dormir. A soñar.



2 comentarios:

alter dijo...

Ahora coges el reproductor mp3 con el amiguete Evaristo, el paqueta de tabaco, te vas a la playa "la salvaje" (o la que prefieras), te pones en pelotas y a disfrutar del ocaso :)

Culoman dijo...

pues no te digo que no, pero yo soy muy vergonzoso...

aunque ahora que recuerdo, en San Juan hace dos años ya me bañé en pelotas en Arrigunaga con compañero sde la uni...

me lo pensaré ;)