Ya ven, de vez en cuando me gusta intentar escribir. Como lo que contaba ayer. No es un relato muy elaborado, ni siquiera está profundamente meditado. Se me fue ocurriendo poco a poco, lo fui modelando, tardé mucho en ver cómo hacía el final, intenté darle un ritmo...
Y al final quedó como quedó. No se pueden pedir aceras al olmo. Pero feliz y contento, que esto es más un acto de onanismo que otra cosa, y si puedo compartir sus frutos con ustedes, pues genial... Mmmm... quizá lo de "los frutos" no queda bien tan cerca de "onanismo"... Pero me van a perdonar, se me ha gastado la tecla de borrar...
A lo que iba, que me gusta escribir. Reconozco mis limitaciones y todo eso, pero cuando uno de los grandes, Hernán Casciari, escribe algo como lo de hoy, una luz me ilumina desde el techo y por mi boca sale una estela dorada al tiempo que escapa de mí un mantra que dice: "Hernán, no soy digno de que entres en mi blog, pero una historia tuya bastará para deleitarme"
No se lo pierdan, es la madre de todas las desgracias
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario